La última colección del diseñador georgiano marca el cierre de una era en la Maison con una reflexión contundente sobre la identidad, el lujo y el poder del vestir.
Balenciaga ha presentado “Exactitudes”, la última colección de Demna como director creativo de la firma, y no es una despedida cualquiera. Es el punto final —firme, lúcido y sin sentimentalismos— de una etapa que transformó los códigos del lujo contemporáneo. Más que una pasarela, lo que se vio fue un manifiesto: una radiografía del presente construida a partir de siluetas, volúmenes y gestos que cuestionan los límites entre la alta moda y el uniforme urbano.
Inspirada en la serie fotográfica homónima de Ari Versluis y Ellie Uyttenbroek —un archivo antropológico que documenta cómo grupos diversos de personas pueden compartir una estética casi idéntica—, “Exactitudes” traduce ese concepto visual a una colección que condensa diez años de investigación, provocación y redefinición de lo que significa vestir hoy.
Cada prenda está cuidadosamente pensada. No hay nada casual. El oversize que incomoda, la deconstrucción de la sastrería clásica, los materiales industriales, la actitud casi desafiante de los modelos… Todo responde a una misma pregunta que recorre el trabajo de Demna desde su llegada en 2015: ¿qué dice la ropa sobre nosotros?
Como en muchas de sus colecciones anteriores, hay un subtexto político. Demna no habla de moda, habla a través de ella. Con esta última propuesta, reafirma que el lujo ya no se mide en exclusividad, sino en autenticidad. El desfile funciona como archivo simbólico, como cápsula del tiempo y como acto de cierre antes de su paso a un nuevo reto: la dirección creativa de Gucci.
No hay nostalgia, pero sí un profundo sentido de coherencia. “Exactitudes” no solo pone fin a una etapa en Balenciaga; también consagra a Demna como uno de los diseñadores más influyentes de su generación, capaz de poner en jaque a toda una industria mientras redefine sus propias reglas.
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